martes, 3 de enero de 2012

lunes, 2 de enero de 2012

miércoles, 26 de octubre de 2011

viernes, 21 de octubre de 2011

El libro de las imágenes

Esperas, esperas lo único, lo grandioso
que enriquezca tu vida,
lo poderoso, lo fuerte
el despertar de las piedras
la profundidad abierta a tus ojos.
Sonámbulos en el estante,
los tomos en oro y marrón;
y piensas en los países atravesados,
en imágenes, en los vestidos
de mujeres ya desaparecidas.

Y de repente lo sabes: esto lo era.
Te levantas y delante de ti
está el miedo, la imagen y la oración
de un año pasado.


Rainer Maria Rilke

miércoles, 19 de octubre de 2011

lunes, 25 de octubre de 2010

lunes, 27 de septiembre de 2010

La enseñanza según Beuys

Pensar que el camino ya está dicho, es la respuesta fácil para ir construyendo la vida. Entonces naces, vas al kinder, la primaria, la secundaria, la preparatoria y todos estos largos años transcurren para escoger una universidad y determinar quien serás el resto de tu vida. Si en algún momento se te obstaculiza el subir alguno de estos peldaños, como ser social has fracasado. No alcanzaras la alta productividad que tu futuro destinaba, ni tu poder adquisitivo llegara en grandes barcos y la cultura emprendedora te dejará atrás, como a tantos otros. Por eso necesitas estudiar, porque requieres una casa, una familia, porque es absolutamente imperante ser alguien en la vida y aunque todos en la vida son alguien, hay gente que tiene carreras prometedoras y otros que nada tienen.
Algunas personas opinan que la posibilidad de escoger libremente qué hacer con tu vida, es parte de ejercer la democracia. ¿Pero qué tan real es la democracia en los institutos educativos? Después de todo, los sistemas de enseñanza son excluyentes hacia ciertas minorías, los programas escolares apoyan la cultura mediocre y principalmente, sirven para mantener al sistema andando, tal cual como está. Así, los centros de información se conforman por lo que permite el Estado, guiados por sus intereses dejan atrás materias que pudieran crear conciencia social, perpetuando la ingenuidad histórica y reafirmando al Estado como una maquina antirrevolucionaria. ¿En dónde se encuentra la democracia cultural cuando esta carece de herramientas para el cambio? La educación se basa en enseñar la norma, una norma inflexible e incuestionable, en donde las opiniones alternas se castigan o se rechazan.
La democracia se presenta como un sistema político ejercido por el pueblo, en donde las decisiones se toman en conjunto y un representante las lleva acabo o las transfiere a poderes más altos. La práctica real de la democracia es que uno puede escoger por quien votar como representante, sin embargo, los gastos de campaña, la distribución de las riquezas, los tratados internacionales, la seguridad social, entre otras cosas, quedan fuera de las manos del pueblo aunque estos sean los primeros afectados. El fracaso social de la democracia no tendría que recaer directamente en la democracia como modelo de gobierno, sino más bien en sus votantes. Un pueblo constituido por individuos sin autodeterminación, culmina en un pueblo tambaleante. Votantes sin directrices, ni capacidad de autogestión o activismo político.
La educación juega un papel primordial en las relaciones sociales, en donde se conjuga el conocimiento con el entendimiento para dar solución a los problemas de la comunidad. Lo que hay que plantearnos es que el Estado mediante la educación nos proporcione las herramientas necesarias para la concientización social o más allá de la escuela, haga llamados serios para la participación ciudadana. Si no, entonces cómo la población podrá ser un campo de inercia o control para las decisiones gubernamentales.
Existen fuerzas de control poderosas para la movilización social, cada campaña publicitaria, ya sea política o de mercado, modas de temporada o funcionarios ambiciosos, cada uno consigue a su manera que los individuos opten por ellos. ¿Quién publicita las otras opciones? Seguridad, salud, educación, ecología, empleo, protección de los recursos naturales, infraestructura tecnológica, vivienda, etc. Quizás necesitamos de grandes espectaculares plagados por todo el país, comerciales ingeniosos en los horarios estelares, anuncios en el periódico y cadenas de e-mails, para saber que necesitamos ser más demandantes con el gobierno y con nuestras propias expectativas como ciudadanos, estudiantes, maestros, padres de familia, etc. Y después de gastar millones, empezar a hacer algo.

domingo, 29 de agosto de 2010

Sobre Debord

“La mayoría de nosotros, los que hemos hecho precisamente aquello que Debord no quiso hacer –sobrevivir al 68-, a fuerza de afirmar compromisos más o menos vergonzosos con el espectáculo dominante y con el imperio de lo falso, hemos de volver a leer LSS sin el rencor de quienes prefieren olvidar su contenido como si nunca hubiera existido, y sin la nostalgia de quienes viven en el lamento permanente por la juventud perdida; nos enfrentamos a la ingente tarea de aprender a envejecer con dignidad y con generosidad o, lo que viene a ser lo mismo, tenemos que leer LSS desde nuestras heridas, que no son sino las heridas de la historia –toda generación tiene su herida histórica, su 1968, como la de nuestros padres tuvo su 1936 o su 1945, y la de nuestros abuelos su 1917-…” (Prologó de José Luis Pardo para la edición en español de “La sociedad del espectáculo)

Cómo leer a Debord desde una generación que no ha tenido heridas, desde un sueño placido y reconfortante que parece que hubiera existido siempre. Cómo vivir ahora sin celular, sin revisar a diario el mail o las redes sociales. Hasta dónde entendemos la violencia y la pobreza cuando son sólo reportajes paulatinos en T.V. Seremos el resultado de las heridas históricas y no por las luchas dadas más bien por las derrotas olvidadas y silentes. Quizás alguien pensó – el monstruo es demasiado grande, déjenlo comernos- y nosotros ya nacimos dentro de su panza.

Ahora que el espectáculo es nuestro hábitat natural, necesitamos de su música y sus luces en todo momento, para no sentirnos solos, para no sentirnos fuera. Ya nadie quiere ser el hombre que sale de la cueva porque afuera no alcanza la señal del Wi-Fi. Así que contamos con diversas prótesis para descubrir nuestra naturaleza y representarla al resto de los demás habitantes de la panza. Cada vez más distanciados y mediatizados, somos los patrocinadores de la individualidad de las marcas y trabajamos arduamente para comprar lo que nos constituye, lo que nos aprueba.

Demasiado inmersos en el espectáculo, nada existe que no salga en “you tube” o puedas consultar en Wikipedia. Estas son las certezas modernas, los nuevos manifiestos. Mucho conocimiento al que poco sabe y por lo tanto, todo lo cree y entre tantas cosas que hay que saber, nada cuestiona.

Aunque el declive social es inminente, el desarrollo tecnológico y de entretenimiento equilibran la balanza. Es decir, perdimos coraje pero ganamos un Ipod de 4G a doce meses sin intereses. Sufrimos escasez de petróleo pero podemos ver los partidos de soccer en 3D. Muchos son los ejemplos de cómo cedemos el poder ante el entretenimiento, de cómo facilitamos la decadencia social a cambio de quince minutos de diversión y veinte de comerciales.

Nos despertamos, trabajamos o vamos a la escuela -lo que sea necesario para forjar un camino con bienes y posesiones- comemos, nos entretenemos, dormimos para nuevamente despertar. Consumimos y consumidos, día a día codiciamos lo que el espectáculo ofrece y más allá de eso, no hay nada. No existen ambiciones más allá de la oferta, deseamos lo que vemos mas no lo que imaginamos. Siendo así el producto de lo que vende el producto, un comercial extenso de nuestras propias vidas. Somos como el hamster que gira en la rueda, sin perseguir nada, sin alcanzar nada, una fuerza devoradora nos impulsa a seguir girando, un poco por ocio otro tanto por desesperanza.

Debord vaticinó las décadas consecuentes a “La sociedad del espectáculo”, desentrañó su propia época para escribir la secuela de las heridas históricas. La generación de Debord todavía cargaba entre brazos “El Capital” y se manifestaba en los mítines estudiantiles. Todavía creían en la lucha de clases y en la igualdad humana. Ideas que ahora suenan a libro viejo y huelen peor que un borracho empedernido.

Donde hayan quedado las ideas de Debord, quizás deambule uno que otro descontento por las calles. Quizás los veteranos de las utopías se sigan juntando por las noches y de vez en cuando pronuncian su nombre. Quizás la próxima generación se harte de vivir inerte y decida descubrir lo que hay afuera del espectáculo. Sino, seguiremos engordando a la panza.


El pequeño libro de las frutas